jueves, 21 de enero de 2010

CONFEST

Encuerados, lodo, eucaliptos, comida eeeeelíptica, silencio, ruido, malabares, tambores, fuego, agua, vida, muerte, confusión, lluvia, calor, niños, gordos, flacos, viejos, guapos, feas, horribles, tribus, colores, comunidad, moscas a granel, cacatúas de a montón, masajes, un sol radiante iluminándonos a través de la fina capa de ozono austral, luna (enorme, hermosa), estrellas nuevas y nunca antes vistas (por mi por lo menos), víboras – las peores-, yoga, campers, aliens, ruido callado, amor, muchísimo amor por todos lados, tranquilidad, equilibrio, bicis, conocimientos varios (de todo un poco), historias…….Con este masacote de ideas trataré de explicar lo que es y lo que fue para mi CONFEST.

Todo empezó con la confusión y la desidia de qué hacer durante las fiestas decembrinas, en particular las de fin de año. El buen hombre que nos dio asilo en las Blue Mountains nos sugirió intentar ir a un festival, y de entre varias opciones – parece ser la única forma en la que la gente canguro se divierte -, CONFEST fue el elegido. Todo indicaba que nos esperaba un reventón sumamente hippy, lo cual no nos molestaba en lo absoluto, pero el león no es como lo pintan, ni siquiera el león australiano… Para llegar ahí, conseguimos un ride con el desconocido del conocido del amigo del amigo del hombre barbado con quien escalamos, quedo claro?? El caso es que después de una noche de música sin sentido alguno en el pueblo siguiente al que nos hospedaba y tras una caminata de regreso a casa, a media noche, por la carretera, tras perder el último tren que volvía, conseguimos el contacto de otro bombero que se dirigía hacia CONFEST. El susodicho de nombre Haywood acordó en recogernos en la casa que habitábamos, de nombre Oriades. Tras presentarse y ayudarnos a embutir nuestras toneladas de equipaje en lo que él llamaba su space ship, aclaró que era un fanático de las criaturas carreteras, por lo cual el viaje duraría un par de días. Y así fue, y si que resultó un fanático de los seres, vivos y no vivos que rondan o descansan a lo largo de los caminos: nos paramos a inspeccionar al menos una docena de ranas, entre ellas una rana bajo (que debe su nombre a que el ruido que hace suena como un la nota desafinada del popular instrumento de country), un par de pájaros, uno de los cuales Haywood colocó dentro de su sombrero y viajo sin vida por el resto del camino con nosotros. Nos topamos a un canguro y nuestro guía se encargó de enunciar cada tipo de eucalipto que se divisaba por el parabrisas (créanme, son demasiados). Era impresionante la emoción de este hombre cada vez que se refería al tan esperado evento al que nos avecinábamos. Por fin llegamos a CONFEST, recibidos por un letrero que amablemente decía “Wellcome Home”.




Pero, ¿qué es esto de CONFEST? Pues empezaré por decir que la palabra resulta de la combinación de Conference y Festival, por lo que se podría traducir como el Festival Conferencia o la Conferencia Festival, no importa, el caso es que se trata de un evento que empezó en 1976 con el objetivo de reunir los conocimientos paganos o alternativos que poseen los terrestres “comunes” y “corrientes” y crear un espacio para compartirlos…. Simple ¿no? Y a lo que me refería con aquello del león australiano es que esto no era una reunión de hippies perdidos ni mucho menos, sino de citadinos en busca de un respiro y un espacio para ser, nada más ser…. una reunión de aquellos habitantes de las urbes que se salvan del acertado calificativo “cityots”, que aplica a aquellos totalmente absorbidos por la temible Matrix.


Acampamos en una zona llamada Tranquility, un espacio libre de alcohol, drogas y ruido. A solo unos metros teníamos la laguna y una carpa llena de mesas de masaje, donde cualquiera podía dar o recibirlos. Los baños eran letrinas secas y las regaderas estaban al aire libre. Se podían encontrar varios letreros que anunciaban que el vestido era opcional y no fueron pocos los que tomaron la opción natural, la menos vista pero la más libre… Si, el 50% de la gente andaba por aquí y por allá como dios los trajo al mundo, bueno algunos más gordos, y otros más viejos y algunas más desarrolladas y otros otro tanto, pero encuerados al fin, al punto en que el morbo se diluía, al deshacerse de aquella ilusión llamada pudor, todos éramos iguales, humanos de carne y hueso. Por la costumbre, conserve la mayoría del tiempo mi traje de baño, pero sin problema alguno tomaba un delicioso baño de agua helada bajo un árbol o un jacuzzi natural sin ningún trapo encima. (Para aquellos a los que se les pararon los pelos de punta, les recuerdo e invito a recordarse que hay de dos sopas: o tienes pilin o tienes colita y bubis, de ahí en fuera grande, chiquito, peludo, canoso, aguado o como tengan sus respectivas partes viene siendo lo mismo, compartimos el mismo look bajo la ropa, ni mejor ni peor).





Había cocinas comunales esparcidas por todo el evento, pero yo y mi mujer fuimos a dar a la mejor de todas, Bliss Kitchen, una iniciativa hermosa para crear comunidad. El asunto consistía en cooperar con alimentos (100% vegetarianos y libres de trigo) o en su defecto dinero y cada vez que alguien quisiera cocinar en las inmediaciones del Bliss, debía hacerlo para 60 personas!!! Así, algunas veces te tocaba cocinar, otras lavar o simplemente disfrutar, pero el hecho de cocinar junto con diferentes personas, diferentes estilos y comer todos al mismo tiempo era algo demasiado especial y no miento al decir que había kilos de amor en cada platillo cocinado en aquel lugar. Además los platillos se limitaban a la disponibilidad de ingredientes del momento, por lo que había que ser creativos y resultaban unas cosas suculentérrimas.





Tambores noche y día y día y noche, sin parar; ritmos que atraían al corazón, que te enraízan al suelo y al mismo tiempo te pueden llevar a un trance. Por las noches malabares con fuego, desde principiantes hasta vaguitos del juggling y las poiys, de los palitos y el hoola hoop. Y en el mercado siempre la mejor comida para el vegetariano quisquilloso y un chai en The Holly Cow que te remontaba a las calles hindúes .





No había persona que no te regalara por lo menos una sonrisa al pasar en frente, si es que no te daban un abrazo o te saludaban con toda cordialidad, inquiriendo sobre cómo pasabas tu día. Los conocimientos varios se compartían a través de talleres que cualquiera podía organizar en cualquier lugar disponible con solo anunciarse en un tablero que permitía al resto planear su día: ir al taller de yoga por la mañana, a la reunión gay al medio día, a la clase de nudos y lonología, al taller de besos, la reunón de alcohólicos anónimos o el grupo de expresión solo para hombres, o ¿por qué no?, las clases de defensa personal para señoritas, las clases de masaje, las meditaciones guiadas, reuniones de padres solteros, la clase de biología, de tantra, mesas redondas sobre cómo prepararse para el 2012, trabajo de respiración, consejos para ahorrar energía, huertos urbanos, cultivos orgánicos, cursos de alimentación, reuniones de squaters y dumpsterdivers y demás…… un sinfín de saberes, de dulce, de chile y de manteca, para todos los gustos.



UFO


También formamos parte de la tribu del lodo, un taller en el que todos los participantes saltaban a la alberca de lodo y al salir esperaban a secarse para pintarse símbolos de colores. Las únicas palabras que podían intercambiarse eran aquellas que vinieran de la imaginación, en un idioma espontáneo e incomprensible para el oído no entrenado. El grupo de alrededor de 50 personas iba de un lado al orto del evento aterrorizando a los terrestres y en más de una ocasión el líder ordenaba que se hiciera una procesión, una especie de víbora de la mar en la que uno por uno los integrantes de la Mud Tribe desfilaban frente al resto, haciéndose notar y siendo reverenciados y adulados de las formas más bizarras. Al final, todos los lodosos entramos al rio para quitarnos el disfraz que nos hizo ser nadie y todos uno al mismo tiempo, y la sensación es más que un éxtasis.



¿Qué más? Un sauna con olor a eucalipto, una carpa con trance (punchis punchis doñas y dones) contenido en audífonos teniendo así a los revers en su trip, un cuentacuentos, serpientes cafés (la segunda más venenosa del mundo) pero afortunadamente Haywood era el encantador de serpientes del evento; y si, no hay por que negarlo, uno que otro hippy….


En fin, eso fue CONFEST, ¿entendieron? Ocho días de amor incondicional entre “extraños”, de construcción de comunidad, de vida sin preocupaciones ni malas caras (jakuna matata), de la vida como debería y puede ser.




Al final salimos con nostalgia de la que fue nuestra casa y nos despedimos de los que fueron nuestros hermanos por toda esa semana, que se sintió como un año. ¿Y el año nuevo? Simplemente una luna hermosa y un poco de lluvia. Y nos alejamos mi mujer y yo con dos nuevos compañeros: Matthew, un franchutte y Misato, una japonesita, compañeros en la búsqueda incesante por un trabajo a lo largo del rio Murray, pero esa…. es otra historia.


Nuestra casa

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