miércoles, 24 de marzo de 2010

Respirando el Aire MÁS limpio del mundo


Llevo ya un mes viviendo en Tasmania, la isla al sur de Australia que presume de tener los aires más limpios de toda la tierra, y sí, el aire está limpio, pero de ahí a que sea el más limpio, quien sabe; lo que sí puedo decir es que este cachito de tierra tiene a la gente más amigable de Australia; personas que se toman el tiempo de preguntar de dónde vienes y hacia dónde vas, y si tienes un lugar para pasar la noche.
Sin más expectativas que un clima menos infernal que el del verano australiano, nos aventuramos hacia el sur en busca de trabajo, ya que las reservas estaban ya muy bajas. La primera semana esa fue nuestra ocupación primordial, hablar a toda granja de la región en busca de un trabajo. La gran mayoría fueron negativas, hasta que un conocido del couchsurfer que nos hospedaba esta vez nos citó para una entrevista en un pueblo a una hora de Launceston, la pequeña ciudad que lleva siendo nuestra base desde que arribamos.
Con la seguridad de que encontraríamos trabajo ese mismo día, empezamos a pedir ride a la orilla de la carretera y tras un par de infortunados y cortos aventones, fuimos recogidos por Sharelle, una chica que además de llevarnos hasta nuestra entrevista, nos dio 2 horas de trabajo en la producción de una boda. Yo arreglaba la pista de baile mientras Marie colgaba satín blanco en los barandales y lo adornaba con bellas flores moradas, todo un irreal mundo de fantasía para aquel “gran día” de alguna pareja, cosa que hasta ahora me es imposible comprender, pero bueno, cada quién a lo suyo. Al terminar, Sharelle nos llevó de regreso a nuestro hogar provisional, pero no sería la última vez que nos veríamos las carotas….

En fin, el trabajo de recoge frutas se cebo así que tuvimos que recurrir a la artesanía para ganarnos el pan de cada día y es así como comenzó el negocio que hasta el día de hoy no ha fallado en mantenerme biencomido y biendivertido. Pusimos nuestro rollito con pulseras y uno que otro collarcito y triques en el “mall”, una callecita peatonal, y no miento al decirles que hay días que nos llevamos hasta $150 dólares, por no más de 5 horas de estar sentadotes en la tejedera. Pero no es solo el dinero lo bueno de este asunto, sino la oportunidad de conocer a cientos de personas que se toman el tiempo para observar tu trabajo y echarle un buen piropo y no pasa un día sin que alguna amable viejecilla se pare a decir “ohhh, how clever!!”, tooooodos los días, sin falta. Además tuvimos el grandísimo honor de conocer a Spider, un talentosísimo hombre de voz de aguamielero que día tras día, nos recitaría los peores covers de Dylan. No sé quien estaba peor él o un chinito que no se podía distinguir en qué idioma cantaba, pero fuese lo que fuese, resultaba tortuoso al transeúnte oyente. Pero he de aceptar que de vez en vez se llega a escuchar el ocasional talento callejero.
También se puede uno percatar del ridículo número de escuinclas con bebés a diestra y siniestra; y cuando digo escuinclas me refiero a niñas de entre 15 y 19 años máximo. Pero ¿a qué se debe este curioso fenómeno? Créanlo o no lo crean mis queridos amigos, esto se debe a que papá gobierno australiano quiere más gente en su terruño y para incentivar al crecimiento poblacional, premia a los nuevos padres con $6,000 AUD y $3,000 AUD por los chilpayates a seguir. Pero lo que parecen no saber o simplemente no les importa es que “the dog dances with money” y los chicuelos y chicuelas toman esta alternativa para ganarse unos buenos centavos, en fin es muy fácil traer un crio al mundo ¿o qué no?, uno namás se le trepa encima a otra que ande quebrada y taraaaan, 9 meses después sale el niño y aquí tiene su lana. Pero ¿qué pasará con la educación de todos estos neonatos a cargo de niños? A mi parecer, están destinados a seguir exactamente los mismos pasos que sus inmaduros papis. ¿Qué no sería una estrategia más responsable destinar dinero a la educación de los jóvenes en vez de incitarlos a tener chamacos? Se los digo señoras y señores, lo que está haciendo el gobierno australiano es nada más y nada menos que un criadero de red necks, o como se les llama por acá, bogans.

Un respiro de aigre fresco….. y continuamos…..

Al ser amablemente pasados a retirar de la casa del couchsurfer, le pedimos asilo a la amabilísima chica que nos había recogido algunos días antes en la carretera, Sharelle. No solo nos recogió para llevarnos a su morada, sino que una vez ahí nos alimentó y dio de beber por lo menos por una semana. Nos presentó a su pareja, Moya y ambas chicas literalmente nos han adoptado. Con decirles que hoy seguimos viviendo en su casa (quedado); ya compramos beaticos, y les cocinamos exquisitos platillos, María es la mera mera cocinera. Y es por eso que yo digo SI, a la adopción por parte de parejas homosexuales, la capacidad de amar no viene con la preferencia sexual. Me parece más sano para un crio ser educado por una pareja lesbiano/gay que estar en manos de parejas o más bien pares de niños, que solo por tener la capacidad de procrear, cocinan chamacos por aquí y por allá por un par de centavos o por descuido, entre tantos otros ejemplos de “padres” que no merecen serlo. México está dando un buen paso hacia la equidad y la pluralidad en esta materia.

Y sin hacer más bulla, sigo…..
Nos conectaron con el mandamás de un concierto en medio del bosque para voluntariar por una semana en la fabricación del asunto. Unas que otras horas al día de trabajos 2/3 interesantes como construir cosas , nidos y otras tantas horas durante el festival en puestos tan preciados como el Loo Crew (equipo de la caca) y boleteros en un tráiler en medio de la nada. Un campsite escondido de las masas con una alberca-rio y uno que otro bicho, como un echidna o un wombat, comida vegetariana gratis y buena gente hicieron de esta una elíptica semana de retiro y festivaleo. Y el último día una suculenta excursión a una cueva y la guia tocó la flauta para nosotros bajo la tierra.

Marie consiguió trabajo en un salón de belleza y evidentemente no había vacantes para un rastoso, así que yo seguí en las calles. También hemos trabajado en un par de eventos con un restaurante de comida pseudomexicana, Tio Rico, de un venezolano y una australiana. Venden burritous, quesadillas y jarritos, ufff!! Y nos invitaron a cenar comida tradicional de Venezuela. No me puedo quejar de las delicias que prepara mi señora, pero nada como el sabor latino, chico!
En mi cumpleaños huimos a una playita color caribeño, pescamos artos pescados sabrosones para la cena, un poco de snorquel con mantarrallas y demás bichos marinos y por la noche a la caza de pingüinos enanos (como arma no más que una linterna).



Los últimos días en esta isla maravillosa los pasamos en el camino y la piedra, acompañados por una pareja de gringos recién salidos de una intensa temporada de trabajo en el sexto continente, ese único donde mis pieses no han tenido la fortuna de pisar su hielo, Antártica. Con estos seres nos aventuramos a la mera punta sureste de Tasmania, la Tasman Península. Fueron 7 días de caminata intensa, escalada a la orilla del mar en el delorite negro y acampada a la orilla de la carretera o donde bien pasase a agarrarnos la noche.


El más intenso de estos días comenzó con tres horas de caminata temprano por la mañana, hasta llegar a una serie de agujas o pilares que salen en una hilera de la tierra hacia el mar…. Tuvimos la brillante idea de hacernos camino sobre sus puntas y tras varias horas de rapeles escabrosos, expuestas escaladas en simultaneo (4 personas amarradas a la misma cuerda y moviéndose básicamente al mismo tiempo, si uno se cae pues el otro también) y miedo en bastas cantidades emprendimos la huida de regreso que empezó con una bastante complicada maniobra para salir de un cañon con paredes empapadas y después la misma caminata pero ya de noche. Y bien dice el proverbio que lo que a uno no lo mata, lo hace más corrioso.


Termino por hacer mención de un hecho que me tiene anonadado y dicho hecho es que al dejar todo y no tener casi nada, nada me ha faltado en ningún momento. Creo que simplemente es cuestión de nunca dejar de dar lo poco mucho o poco que tengas y sobre todo aprender a recibir… se dice fácil pero creo que hace falta algo de humildad y dejar el orgullo a un lado. Diganme si no han negado la ayuda de alguien por miedo a deber un favor o mostrarse vulnberables, pues yo sí que lo he hecho. Me parece que el aprender a recibir es una parte esencial para crear comunidad: yo te comparto lo que se y lo que tengo y tú me compartes lo que puedes y quieres, no necesitamos ser dueños de todo en esta vida todo el tiempo (materiales y habilidades); cuando lo tienes todo, tienes todo que perder; si sabemos compartir, todos podemos tener un poquito: PARA TODOS LA LUZ, PARA TODOS TODO (Lema del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional).
En el último mes hemos tenido una cena de 2 colas de langosta y abulón de a grapa, nada más por cotorrear con unos pescadores y nunca falta quien nos invite a comer a su casa o quien pregunte si tenemos un buen lugar para dormir para después ofrecer su casa. Vivimos en un mundo maravilloso, lleno de todo, ¿qué más queremos? Entre menos tengo, más me dan; entre menos necesito, más disfruto; entre más doy, mejor me siento; entre menos pido, más viene. Si hablamos de cifras, soy muy pobre, pero vivo como rey y amigos tengo pa aventar pa arriba y una novia ufff, maravillosa.

Adios a los kanguros y hola a los kiwis!!!!

viernes, 26 de febrero de 2010

Onion Fields Forever

Después de 8 días de surrealidad/irrealidad, Marie y yo nos unimos a un par dispar en la búsqueda de un trabajo en las candentes tierras de Victoria. Mathew, un obstinado y terco joven médico francés y Misato, una japonesa a todo dar, eran nuestros compañeros de viaje, todos a bordo de un station wagon que aguantaría la nula pericia del franchute al volante.
Pueblo a pueblo y granja a granja, se nos agotaban las opciones laborales; era un intermedio entre dos temporadas y no había chamba por ningún lado, hasta que en un pueblillo llamado Naya dimos con lo que sería nuestra nueva ocupación… onion seed picking. Para aquellos que no estén familiarizados con dicho oficio, las cebollas tienen una bella flor en forma de esfera, que contiene cientos de semillitas que por una u otra extraña razón nos harían recolectar por montones.

Todo empezó a las cuatro horas de una mañana de verano, una hora infrahumana para despertarse e ir a laborar. Pero en fin, para las cinco ya bien desayunaditos y acicalados la internacional mezcolanza de inmundos trotamundos nos encontrábamos en lo que sería nuestra oficina. Una sierra a cada uno, una breve introducción de cómo cortar la flor y a chambear se ha dicho. Mi preocupación nació y se acrecentó al punto del llanto al percibir el olor y la sensación irritante en la nariz y ojos que aquel bello vegetal despide, pero gracias al altísimo e inesperadamente, la sensación desapareció a los pocos minutos de haber empezado, después claro de haber derramado más de un litro de moco aguado. A parte de nosotros, la mayoría de los trabajadores eran hindúes y asiáticos (ojo rasgado pueh). Pero la pesadilla no empezaría sino hasta que la mandamás hiciera su aparición en la escena: una diminuta vieja china, que no dejó de presionar al personal durante las siguientes 5 horas de trabajo al bello grito de: “work, faster, moove, come on faster, cut”.

Les cuento sobre esta experiencia simplemente porque me pareció algo de lo más bizarro encontrarme en un país “primer mundista”, siendo explotado por una dictadora china, trabajando sin papeles, recolectando semillas en un interminable campo de cebollas. Al final de los dos días de trabajo, nos quedamos con varias cortadas en las manos y un bello olor que aun hoy acompaña a mis botas y la satisfacción de ser un hippy vagabundo y no un esclavo nauseabundo.

La búsqueda siguió a través de innumerables granjas, siempre recogiendo fruta a la orilla de la carretera; duraznos, chabacanos, ciruelas y demás, todos de a grapa. Pero pasaron un par de semanas sin suerte laboral alguna y aunque vivir a la orilla del Murray River era un deleite, siempre con un árbol apropiado para colocar nuestra hamaca, los días de 40° C y las noches de 30° C, se volvieron insoportables, así que mi mujer y yo decidimos huir a tierras más templadas.

En nuestro primer hitchhike en Australia, abriéndonos camino hacia Melbourne, dejamos una de las bolsas que cargábamos en el auto del buen hombre que nos dio aventón y en un desesperado intento por encontrarlo para recuperar nuestras pertenencias, nos vimos varados en un camino de terracería en medio de la nada, con un sol derritiente y una novia al borde del desmallo. En fin, nunca encontramos nuestro equipaje perdido, pero al otro día nuestra suerte fue mucho mejor y en menos de 3 horas, con un par de personas retornando en la carretera para recogernos, nos hicimos camino hacia la sumamente aburrida urbe de Melbourne. Nuestro último ride fue a bordo de un camión que transportaba el aquel plástico con bolitas que todos disfrutan tronar en tiempos de ansia, con nuestro conductor Brian, quien se encargaría de explicarnos todo sobre los flash fires que incineran todo a su paso en segundos impulsados por fuertísimos e hirvientes vientos.


Y para no quitarles más su bello tiempo contándoles lo aburrida que es Melbourne, los dejo por el momento, para seguir más tarde, más al sur, en la isla de los demonios…..

sábado, 23 de enero de 2010

Un día en las Montañas Azules



Me despierta el cacareo de un pájaro, parecido al aullido de un chango y junto a mí, una bella dama bajo un techo naranja. Hemos pasado dos noches acampando en el jardín de la casa de un hombre barbado, un buen samaritano que conocimos en el verano en Squamish trepando y que ahora es nuestro guía y maestro de los montes azules. Se trata de una cabaña un tanto vieja, con un jardincillo lleno de verduras y una cachorra a todo dar. Al hombre barbado, de nombre Mitch lo acompaña una mujer, Michelle, que se encarga de poner buena música todo el día.

Una vez más empacamos para pasar de unos brazos a otros; nos mudamos a la casa de otro feligrés que hemos conocido vía couchsurfing (www.couchsurfing.org/ para aquellos viajeros empedernidos que buscan conocer buenabanda y ahorrarse unos céntimos en hospedaje alrededor del globo). Pocas horas después nos encontramos en una zona de escalada deportiva. Parece que la roca australiana es la sandstone, con algunos cristales y de colores naranjas cafesosos, un poco dolorosa pero sabrosa al final. Después de algunos pegues sencillos, con el sol radioactivo sobre nuestros hombros, emprendimos una búsqueda un tanto desesperanzada de un encendedor que tiro el viejo Mitch al levantar el vuelo en un parapente la semana pasada en la zona de despegue; el hombre parecía afligido por sus fallidos intentos hasta que un grupo de intrépidos voladores apareció en la escena con un buen cartón de chela.

A pesar de que al principio los ausies, como bien se hacen llamar los neonativos de estas tierras, no me parecieron un pueblo muy acogedor, este grupo de voladores, entre otros personajes que tuve el gusto de conocer el día de hoy me hicieron cambiar de opinión: EN TODOS LADOS HAY DE TODO y toda la gente puede ser agradable, muy a su manera. Uno de los pilotos nos dio un buen breviario de lo que es volar en parapente y francamente me quede picao. Después otro de ellos comentó sobre un hecho que me zarandeó bastante: el hombre, de niño veía a los escaladores y decía que algún día sería como ellos; años después, trepado en la pared, veía a los papaloteros y lo mismo decía y helo ahí ahora, rockeando las termales. Con esto me di cuenta de cuantas cosas que desde niño he querido ser/hacer ya soy/he hecho, entre ellas conocer estos recónditos recovecos rinconeros así como el subcontinente indio, hace ya dos años; también vi que aquella pasión por trepar arboles y cerros ha evolucionado a una pasión por la roca, y que así todos los sueños que más recurren a nuestras cabezas y los que más arraigados tenemos, con un poco de galleta y necedad se alcanzan de una forma u otra.

A pesar de que cundía el hambre mía y de la de María, la cabeza nos dolía por solo comer un platón de avena en todo el día, proseguimos a hacer una parada en la casa de un camarada del hombre barbado. Cabe mencionar que este sujeto, de nombre Wayne había sido mi compañero de asiento en el vuelo de L.A. a Sydney, en una de las únicas filas con solo dos asientos (y ahora todos dicen: QUE CHIQUITO ES EL MUNDO! pueh hi). Wayne es arqueologo de profesión y trabaja con comunidades aborígenes. Nos enseñó varias fotos de pinturas rupestres y nos habló de su experiencia con los tribales, de sus propias iniciaciones y de una visión muy particular de la vida de estos antiguos y originales australianos; se trata de tres R que siguen para tratar al prójimo: construir una relación, respetarla y asumir las responsabilidades que esta conlleva. Esta filosofía, como el mismo arqueólogo lo dijo, se puede extrapolar a cualquier compromiso o proyecto que queramos hacer en nuestra vida, por ejemplo con un proyecto de pareja…

stenciles de manos e instrumentos aborígenes

Al convivio se unieron otros tantos seres pintorescos, entre ellos un pequeño güero de 3 años con más energía que el conejito de las pilas, más bien como un demonio de Tasmania, maravilloso, y un escultor, pintor y compositor en piano de música progresiva ambiental (¿?eso es lo que escuché). Al caer la noche Mitch nos fue a botar a un pueblillo llamado Katoomba, en donde nos esperaban las puertas abiertas de la que sería nuestra nueva casa. Erramos en la primera casa a la que tratamos de entrar por la puerta trasera, bueno que no había nadie, pero ahora me encuentro escribiendo bajo un paracaídas que cubre el techo de la sala de Brent, el couchsurfer y ambientalista extremista que espero conocer mañana…. Si, nos pidió sentirnos como en casa cuando él no está y ni siquiera nos conocemos físicamente.... tranquilamente.

Cabe mencionar que los bosques de esta islota son principalmente de eucalipto y estas montañas obtienen su nombre del hecho que al atardecer, los eucaliptos liberan su aceite y el reflejo de este hace que los cerros parezcan azulados. Si que hay canguros saltarines, he podido ver ya un par, pero lo más impresionante es la sarta de pajarracos coloridos que hacen todo tipo de suculentos sonidos y la vegetación extravagante, que oh si que es diferente que del otro lado del charco, flores alienígenas de todos tamaños, olores y colores.

Bueno, qué más les puedo decir?? Les narro un día maravilloso desde una tierra maravillosa y no miento al decirles que no la paso nada mal…. Si leen esto es porque los quiero gentes, asi que les mando un gran abrazo de oso, si festejan fiestas por estas fechas, pues pásenlo bonito y sino, también pásenlo muy sabroso y aprovechen el recalentado de los que si celebran y celebren hoy y siempre…… Luna NUEVA en AÑO NUEVO!!!! Que les parece, doble inicio de ciclo, doble renovación, agárrense y éntrenle con galleta….

jueves, 21 de enero de 2010

CONFEST

Encuerados, lodo, eucaliptos, comida eeeeelíptica, silencio, ruido, malabares, tambores, fuego, agua, vida, muerte, confusión, lluvia, calor, niños, gordos, flacos, viejos, guapos, feas, horribles, tribus, colores, comunidad, moscas a granel, cacatúas de a montón, masajes, un sol radiante iluminándonos a través de la fina capa de ozono austral, luna (enorme, hermosa), estrellas nuevas y nunca antes vistas (por mi por lo menos), víboras – las peores-, yoga, campers, aliens, ruido callado, amor, muchísimo amor por todos lados, tranquilidad, equilibrio, bicis, conocimientos varios (de todo un poco), historias…….Con este masacote de ideas trataré de explicar lo que es y lo que fue para mi CONFEST.

Todo empezó con la confusión y la desidia de qué hacer durante las fiestas decembrinas, en particular las de fin de año. El buen hombre que nos dio asilo en las Blue Mountains nos sugirió intentar ir a un festival, y de entre varias opciones – parece ser la única forma en la que la gente canguro se divierte -, CONFEST fue el elegido. Todo indicaba que nos esperaba un reventón sumamente hippy, lo cual no nos molestaba en lo absoluto, pero el león no es como lo pintan, ni siquiera el león australiano… Para llegar ahí, conseguimos un ride con el desconocido del conocido del amigo del amigo del hombre barbado con quien escalamos, quedo claro?? El caso es que después de una noche de música sin sentido alguno en el pueblo siguiente al que nos hospedaba y tras una caminata de regreso a casa, a media noche, por la carretera, tras perder el último tren que volvía, conseguimos el contacto de otro bombero que se dirigía hacia CONFEST. El susodicho de nombre Haywood acordó en recogernos en la casa que habitábamos, de nombre Oriades. Tras presentarse y ayudarnos a embutir nuestras toneladas de equipaje en lo que él llamaba su space ship, aclaró que era un fanático de las criaturas carreteras, por lo cual el viaje duraría un par de días. Y así fue, y si que resultó un fanático de los seres, vivos y no vivos que rondan o descansan a lo largo de los caminos: nos paramos a inspeccionar al menos una docena de ranas, entre ellas una rana bajo (que debe su nombre a que el ruido que hace suena como un la nota desafinada del popular instrumento de country), un par de pájaros, uno de los cuales Haywood colocó dentro de su sombrero y viajo sin vida por el resto del camino con nosotros. Nos topamos a un canguro y nuestro guía se encargó de enunciar cada tipo de eucalipto que se divisaba por el parabrisas (créanme, son demasiados). Era impresionante la emoción de este hombre cada vez que se refería al tan esperado evento al que nos avecinábamos. Por fin llegamos a CONFEST, recibidos por un letrero que amablemente decía “Wellcome Home”.




Pero, ¿qué es esto de CONFEST? Pues empezaré por decir que la palabra resulta de la combinación de Conference y Festival, por lo que se podría traducir como el Festival Conferencia o la Conferencia Festival, no importa, el caso es que se trata de un evento que empezó en 1976 con el objetivo de reunir los conocimientos paganos o alternativos que poseen los terrestres “comunes” y “corrientes” y crear un espacio para compartirlos…. Simple ¿no? Y a lo que me refería con aquello del león australiano es que esto no era una reunión de hippies perdidos ni mucho menos, sino de citadinos en busca de un respiro y un espacio para ser, nada más ser…. una reunión de aquellos habitantes de las urbes que se salvan del acertado calificativo “cityots”, que aplica a aquellos totalmente absorbidos por la temible Matrix.


Acampamos en una zona llamada Tranquility, un espacio libre de alcohol, drogas y ruido. A solo unos metros teníamos la laguna y una carpa llena de mesas de masaje, donde cualquiera podía dar o recibirlos. Los baños eran letrinas secas y las regaderas estaban al aire libre. Se podían encontrar varios letreros que anunciaban que el vestido era opcional y no fueron pocos los que tomaron la opción natural, la menos vista pero la más libre… Si, el 50% de la gente andaba por aquí y por allá como dios los trajo al mundo, bueno algunos más gordos, y otros más viejos y algunas más desarrolladas y otros otro tanto, pero encuerados al fin, al punto en que el morbo se diluía, al deshacerse de aquella ilusión llamada pudor, todos éramos iguales, humanos de carne y hueso. Por la costumbre, conserve la mayoría del tiempo mi traje de baño, pero sin problema alguno tomaba un delicioso baño de agua helada bajo un árbol o un jacuzzi natural sin ningún trapo encima. (Para aquellos a los que se les pararon los pelos de punta, les recuerdo e invito a recordarse que hay de dos sopas: o tienes pilin o tienes colita y bubis, de ahí en fuera grande, chiquito, peludo, canoso, aguado o como tengan sus respectivas partes viene siendo lo mismo, compartimos el mismo look bajo la ropa, ni mejor ni peor).





Había cocinas comunales esparcidas por todo el evento, pero yo y mi mujer fuimos a dar a la mejor de todas, Bliss Kitchen, una iniciativa hermosa para crear comunidad. El asunto consistía en cooperar con alimentos (100% vegetarianos y libres de trigo) o en su defecto dinero y cada vez que alguien quisiera cocinar en las inmediaciones del Bliss, debía hacerlo para 60 personas!!! Así, algunas veces te tocaba cocinar, otras lavar o simplemente disfrutar, pero el hecho de cocinar junto con diferentes personas, diferentes estilos y comer todos al mismo tiempo era algo demasiado especial y no miento al decir que había kilos de amor en cada platillo cocinado en aquel lugar. Además los platillos se limitaban a la disponibilidad de ingredientes del momento, por lo que había que ser creativos y resultaban unas cosas suculentérrimas.





Tambores noche y día y día y noche, sin parar; ritmos que atraían al corazón, que te enraízan al suelo y al mismo tiempo te pueden llevar a un trance. Por las noches malabares con fuego, desde principiantes hasta vaguitos del juggling y las poiys, de los palitos y el hoola hoop. Y en el mercado siempre la mejor comida para el vegetariano quisquilloso y un chai en The Holly Cow que te remontaba a las calles hindúes .





No había persona que no te regalara por lo menos una sonrisa al pasar en frente, si es que no te daban un abrazo o te saludaban con toda cordialidad, inquiriendo sobre cómo pasabas tu día. Los conocimientos varios se compartían a través de talleres que cualquiera podía organizar en cualquier lugar disponible con solo anunciarse en un tablero que permitía al resto planear su día: ir al taller de yoga por la mañana, a la reunión gay al medio día, a la clase de nudos y lonología, al taller de besos, la reunón de alcohólicos anónimos o el grupo de expresión solo para hombres, o ¿por qué no?, las clases de defensa personal para señoritas, las clases de masaje, las meditaciones guiadas, reuniones de padres solteros, la clase de biología, de tantra, mesas redondas sobre cómo prepararse para el 2012, trabajo de respiración, consejos para ahorrar energía, huertos urbanos, cultivos orgánicos, cursos de alimentación, reuniones de squaters y dumpsterdivers y demás…… un sinfín de saberes, de dulce, de chile y de manteca, para todos los gustos.



UFO


También formamos parte de la tribu del lodo, un taller en el que todos los participantes saltaban a la alberca de lodo y al salir esperaban a secarse para pintarse símbolos de colores. Las únicas palabras que podían intercambiarse eran aquellas que vinieran de la imaginación, en un idioma espontáneo e incomprensible para el oído no entrenado. El grupo de alrededor de 50 personas iba de un lado al orto del evento aterrorizando a los terrestres y en más de una ocasión el líder ordenaba que se hiciera una procesión, una especie de víbora de la mar en la que uno por uno los integrantes de la Mud Tribe desfilaban frente al resto, haciéndose notar y siendo reverenciados y adulados de las formas más bizarras. Al final, todos los lodosos entramos al rio para quitarnos el disfraz que nos hizo ser nadie y todos uno al mismo tiempo, y la sensación es más que un éxtasis.



¿Qué más? Un sauna con olor a eucalipto, una carpa con trance (punchis punchis doñas y dones) contenido en audífonos teniendo así a los revers en su trip, un cuentacuentos, serpientes cafés (la segunda más venenosa del mundo) pero afortunadamente Haywood era el encantador de serpientes del evento; y si, no hay por que negarlo, uno que otro hippy….


En fin, eso fue CONFEST, ¿entendieron? Ocho días de amor incondicional entre “extraños”, de construcción de comunidad, de vida sin preocupaciones ni malas caras (jakuna matata), de la vida como debería y puede ser.




Al final salimos con nostalgia de la que fue nuestra casa y nos despedimos de los que fueron nuestros hermanos por toda esa semana, que se sintió como un año. ¿Y el año nuevo? Simplemente una luna hermosa y un poco de lluvia. Y nos alejamos mi mujer y yo con dos nuevos compañeros: Matthew, un franchutte y Misato, una japonesita, compañeros en la búsqueda incesante por un trabajo a lo largo del rio Murray, pero esa…. es otra historia.


Nuestra casa